Cosas que se, cosas que me contaron.
Por ejemplo, sé que no te gustan los gatos. Se que era tu animal favorito, que sus ojos te enamoraban, que sus bigotes te hacían reír. Pero ya no lo es. Ya no lo es porque hay un gato en su corazón, un gato encerrado, un gato que llegó antes tú y ocupa el lugar que quieres, ocupa el lugar por el que luchas. Y finges, finges que nada ha cambiado, que todo sigue igual. Entonces los tomas en tus brazos, les haces cariño y juegas con ellos, pero tus ojos no pueden esconder la ira que tienes dentro, no puedes verlos a sus ojos sin ver al gato que lleva dentro.
Se que a Tu El no le gustan los gatos como animales favoritos o mascotas, pero también sé ya no los ve con el odio que los veía antes de que el gato este entrara en su corazón. Intentó, ya tu sabes, de echarlo, lo pateó, lo pisoteó, y creyó incluso haber ganado esta guerra que tenía con el, que tenía en secreto con el.
Porque el gato, para que sepas, se espantó un poco rápido, es de esos caseros/callejeros que no son muy estables, o sea sí, pero sólo con su amo. Y resulta que éste Tuyo, nunca fue su amo, entonces el gato simplemente se fue. Pero quedó su sombra, su casa, su manta, su alimento, sus pelos. Y es por eso que lo odias, odias los pelos, el alimento (incluso su olor), la manta, la casita, pero no puedes luchar contra una sombra.
Incluso odias el odiar a los gatos. Estuviste afuera de la casa por un tiempo, esperando que te abrieran, cantando todas las mañanas como dulce pajarito, pero Tu El sólo le abría la puerta al gato, que volvía después de callejear.
Pero es cierto también que el gato se fue de la casa un día, pero volvió varias veces porque Tu El lo fue a buscar muchas veces. Sobrio y ebrio, conseguía que el gato se quedara un rato en la casa, pero cada vez el gato tenía menos tiempo, y cada vez se iba más temprano, más pronto.
Por otro lado, el gato a ti nunca te ignoró, siempre se restregó en tu brazo, pierna, siempre te saludó. Pero nunca se despidió, por lo menos no de ti. Entonces, ahí tu golpeaste la puerta, y encontraste el crimen perfecto, desde ese día es que odias a los gatos.
Entraste, te vestiste, dormiste, y comiste, pintaste la casa de otro color, por el puro miedo de que el gato volviera, así pensaste que podría confundirse y no reconocerla. Pero olvidaste algunos detalles, detalles como el orden de la casa, las cosas que quedaron allí. Olvidaste los lugares por donde Tu El caminó junto al gato (lugares por donde siguió caminando) olvidaste que por las noches frías ambos se ponían salvajes después de su rito íntimo. El gato como llegó podría volver, aun así no te enfrentas a el, porque te dan miedo sus ojos y no poder cantar más como dulce pajarito.
El gato caminaba siempre por los alrededores, así fue como Tu El lo encontró. Una vez quedó mal herido, a muerte, pero por ese tiempo el gato se mantuvo escondido, no fue amenaza alguna para ti. Pero aun así, Tu El lo extrañaba, y lo buscaba secretamente algunas noches, porque ya al tenerte a ti, tu juego y tus dinámicas telarácnidas no lo dejaban escapar. Mas bastó un sólo descuido.
El gato después de una lenta y larga recuperación, volvió a caminar. Fue justo en ese descuido cuando Tu El salió a caminar y se encontraron frente a frente.
A penas despertaste en medio de la noche saliste a buscarlo, por calles y pasillos llenos de fantasmas felinos, una misma sombra multiplicada, tu pesadilla nocturna es que todos los gatos en la noche son negros, sólo encontraste al gato. Escalofríos, puto sentimiento ¿verdad?, no te atreviste a mirarlo a los ojos, sólo volviste y esperaste. Por la mañana el gato se apareció frente a la casa, cerraste las cortinas y saliste al jardín.
¿Volvió a tu casa distinto?. Respóndeme esa pregunta que es lo único que no sé.