viernes, 27 de mayo de 2011

Cava


Muchas veces escuché a mucha gente maldecir al mundo, siendo esta parte del mundo, maldiciendose a si misma. Muchas veces escuche a mucha gente decir que no creia en el karma, pero aun así afirmaba que todo caia bajo su propio peso. Muchas veces escuché a mucha gente llamar estúpida a mucha gente, siendo una estupidéz juzgar lo que no le correspondía juzgar.
Muchas veces lloré, muchas veces reí, mil veces me enojé y mil veces te creí.
Subí a lo mas alto del cielo con unas alas que nadie podia ver, y me las quité al caer, no quise volver a volar, no quería volver a sentir el dolor de mi peso contra el suelo con la furia de la altura. Me quedé postrada, me quedé sentada y aprendi a tropezarme con cuidado, hasta que di algunos pasos y crei caminar.
Somos tan ignorantes de nosotros mismos que formamos con hilos frazadas gordas de millones de historias que jamás vamos a poder aprender de memoria, pero siempre queda algo, ese hilo que te llamó la atención, esa frase de que no sabes de quien es, quien la dijo. La verdad es que la dijimos todos, es solo que, muy pocos supieron entonar una voz y el valor para juntar las letras y fonemas hasta poder pronunciarlas. Eso es lo que queda.
En el fondo el mas estúpido es el mas valiente, el que se atreve a cometer estupideces. Y por ultimo ¿quien no es estúpido?, ¿quien es superior o inferior?. Si dedicamos nuestras vidas a criticarnos, seguiremos cavando la tumba donde nos vamos a enterrar. Pero si en vez de juzgar y ver lo malo que hay del otro lado, podriamos simplemente apreciar, y tratar de solucionar desde adentro lo que nos falta. Esa cosa toxica que nos mata.
Somos nosotros mismos la plaga, somos nosotros mismos la peste que nos acaba.
Maldecimos, gritamos, escuchamos, pero sin embargo, no actuamos...


Pintura por Jilly Sears

jueves, 26 de mayo de 2011

La Micro

Todos los días tenían algo de igual. Todos los días tenía que irme a la universidad, permanecer los bloques necesarios, almorzar o comer algo que ocupara mi rato de almuerzo (porque nunca fue una hora de almuerzo) y luego, irme. Tomaba la micro todos los días a las 8 de la mañana, independientemente si entraba a las 8.30 a clases o no. Me retiraba por lo general a las 7 de la tarde, o noche (depende del horario).
Sin embargo, hubo un día distinto, fue extraño desde su inicio. Desperté un poco más cansada de lo que habitualmente amanezco, me miré al espejo pero no noté nada extraño en mi cara, las ojeras estaban donde tenian que estar, el resto también. Tomé desayuno, una taza de té con dos cucharadas de azúcar más una tostada de pan con huevo revuelto (muy ricas por cierto), me vestí abrigada (era otoño) abrigo verde moco, botas marrón, pelo suelto, una bufanda burdeo y me fui a tomar la micro de las 8 am. Durante el día fue todo normal, hasta que en plena clase de Literatura noté que faltaba mi destacador naranja, lo había dejado en el velador antes de dormirme leyendo el apunte de Los tres ojos del Conocimiento. Fue terrible porque tengo una maldita manía de tener cada destacador para ciertas materias, el naranjo lo ocupaba para Literatura y el no tenerlo me descomponía entera. Sentí todo el día esa sensación de que algo me faltaba, no podía quitarlo de mi cabeza, empecé a sudar frio, ver todo nublado, y desperté en la enfermería de la facultad. La enfermera de turno me dijo que había sufrido un desmayo, me preguntó que había desayunado, vió mis ojos, mi garganta, el pulso, "debe irse a su casa"-dijo- "su cuerpo no da más con todo su cansancio". Me vi casi obligada a abandonar la faculad, no estaba acostumbrada a irme tan temprano a casa, eran recién las 12 del medio día. Fui al paradero, esperé la micro, me impresionó la congestión de tanta gente a esa hora esperando micro. Dejé pasar unas dos, pero otra vez volvió el destacador a mi mente, asi que tomé la primera micro que pasó (después de las otras dos que dejé pasar) y me subí, pagué, caminé hacia el fondo, no me senté porque estaban todos los asientos ocupados, seguía gente entrando a la micro, cada vez más apretujados y derrepente, ella. Ojerosa, pelo tomado, botas marron, abrigo verde moco y una bufanda burdeo. Le pagó al chofer, tenía cara de angustia, buscaba algun asiento y como estaba todo lleno suspiró de resignación, me miró, enrojeció. Me quise esconder, pero la micro estaba detenida, no podia moverme, ni ella.

sábado, 21 de mayo de 2011

Todos los gatos en la noche son negros

Cosas que se, cosas que me contaron.

Por ejemplo, sé que no te gustan los gatos. Se que era tu animal favorito, que sus ojos te enamoraban, que sus bigotes te hacían reír. Pero ya no lo es. Ya no lo es porque hay un gato en su corazón, un gato encerrado, un gato que llegó antes tú y ocupa el lugar que quieres, ocupa el lugar por el que luchas. Y finges, finges que nada ha cambiado, que todo sigue igual. Entonces los tomas en tus brazos, les haces cariño y juegas con ellos, pero tus ojos no pueden esconder la ira que tienes dentro, no puedes verlos a sus ojos sin ver al gato que lleva dentro.
Se que a Tu El no le gustan los gatos como animales favoritos o mascotas, pero también sé ya no los ve con el odio que los veía antes de que el gato este entrara en su corazón. Intentó, ya tu sabes, de echarlo, lo pateó, lo pisoteó, y creyó incluso haber ganado esta guerra que tenía con el, que tenía en secreto con el.
Porque el gato, para que sepas, se espantó un poco rápido, es de esos caseros/callejeros que no son muy estables, o sea sí, pero sólo con su amo. Y resulta que éste Tuyo, nunca fue su amo, entonces el gato simplemente se fue. Pero quedó su sombra, su casa, su manta, su alimento, sus pelos. Y es por eso que lo odias, odias los pelos, el alimento (incluso su olor), la manta, la casita, pero no puedes luchar contra una sombra.
Incluso odias el odiar a los gatos. Estuviste afuera de la casa por un tiempo, esperando que te abrieran, cantando todas las mañanas como dulce pajarito, pero Tu El sólo le abría la puerta al gato, que volvía después de callejear.
Pero es cierto también que el gato se fue de la casa un día, pero volvió varias veces porque Tu El lo fue a buscar muchas veces. Sobrio y ebrio, conseguía que el gato se quedara un rato en la casa, pero cada vez el gato tenía menos tiempo, y cada vez se iba más temprano, más pronto.

Por otro lado, el gato a ti nunca te ignoró, siempre se restregó en tu brazo, pierna, siempre te saludó. Pero nunca se despidió, por lo menos no de ti. Entonces, ahí tu golpeaste la puerta, y encontraste el crimen perfecto, desde ese día es que odias a los gatos.
Entraste, te vestiste, dormiste, y comiste, pintaste la casa de otro color, por el puro miedo de que el gato volviera, así pensaste que podría confundirse y no reconocerla. Pero olvidaste algunos detalles, detalles como el orden de la casa, las cosas que quedaron allí. Olvidaste los lugares por donde Tu El caminó junto al gato (lugares por donde siguió caminando) olvidaste que por las noches frías ambos se ponían salvajes después de su rito íntimo. El gato como llegó podría volver, aun así no te enfrentas a el, porque te dan miedo sus ojos y no poder cantar más como dulce pajarito.
El gato caminaba siempre por los alrededores, así fue como Tu El lo encontró. Una vez quedó mal herido, a muerte, pero por ese tiempo el gato se mantuvo escondido, no fue amenaza alguna para ti. Pero aun así, Tu El lo extrañaba, y lo buscaba secretamente algunas noches, porque ya al tenerte a ti, tu juego y tus dinámicas telarácnidas no lo dejaban escapar. Mas bastó un sólo descuido.
El gato después de una lenta y larga recuperación, volvió a caminar. Fue justo en ese descuido cuando Tu El salió a caminar y se encontraron frente a frente.

A penas despertaste en medio de la noche saliste a buscarlo, por calles y pasillos llenos de fantasmas felinos, una misma sombra multiplicada, tu pesadilla nocturna es que todos los gatos en la noche son negros, sólo encontraste al gato. Escalofríos, puto sentimiento ¿verdad?, no te atreviste a mirarlo a los ojos, sólo volviste y esperaste. Por la mañana el gato se apareció frente a la casa, cerraste las cortinas y saliste al jardín.

¿Volvió a tu casa distinto?. Respóndeme esa pregunta que es lo único que no sé.

martes, 17 de mayo de 2011

De todas las desesperaciones...




De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
Hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y la desesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne (...)

Diario de Muerte
Enrique Lihn

Pintura: Caitlin Hacket

miércoles, 11 de mayo de 2011

Autorreconocimiento (Damsi Figueroa)


Yo no soy la que se pierde
tan pronto como se la encuentra
El amor en mi no se toca
se escribe
Yo no soy pieadosa con los hombres de poca fe
no intercambio los calzones con nadie
en cambio asumo la desvergüenza
de una desnudez colectiva
en una casa de playa
o en una playa a secas
Yo no escribo para nadie
aunque intente escapar
y evite sacarte al baile
Tus malabares y piruetas
siempre exigen un aplauso cerrado
es decir, una palabra
Yo no me complico la vida
omitiendo adverbios y conjunciones
Patino por la hoja
y tapo los surcos amargos
con la sangre de mis amigos
Yo no hago el amor
lo desarmo
por el puro gusto de volverlo a armar
una y otra vez
hasta tener sexo
para olvidarme del amor
y de todos ustedes.


por Damsi Figueroa

martes, 10 de mayo de 2011

Colondrinas en otoño.


La señora Golondrina se enfermó, su típico color se tornó a uno naranjo. Le decían Colondrina, como colorina, pero golondrina colorina, también le decían Zanahondrina, por zanahoria y golondrina, en fin, las golodrinas vecinas no eran muy originales para sus nombres, pero si muy sensibles. Entonces Colondrina a pesar de ser zanahondrina no dejó de ser golondrina, y era muy sensible, por lo que se entristecía mucho cuando sus vecinas golondrinas la molestaban.
La señora Golondrina decidió irse, lejos, aunque no sabía su destino ni paradero. Tenía alas, sabía volar, y escapó sin tener que escaparse, escapó sin estar prisionera, escapó porque quiso escapar. Meses estuvo Colondrina zanahondrina volando, llorando después de su exilio sin ser exiliada. Se fue al otoño donde se escondía en la copa de los árboles, llegó a isla negra donde vivía un caballero de boina y ñata imposible de esconder. Hablaba raro y pausado, casi en melodía, casi en forma de lamento, pero le faltaban las lágrimas, pero estoy segura de que no el sentimiento.
Resulta que este caballero tenía un pájaro, un amigo (así le decía él) una Lechuza, o mejor dicho, un Lechuzo, que originalmente así mismo se llamaba.
Lechuzo era una lechuza azul, de pecho blanco y ojos negros, raro en su especie, raro en su mente. La señora Golondrina lo conoció, pues, en los crepúsculos otoñales, cuando el caballero de la boina fumaba su pipa mirando el mar, ya que le gustaba escuchar a Lechuzo haciéndo preguntas, respondiéndose solo y mirando la luna, todo esto, antes de irse a dormir. En las mañanas lo extrañaba, a media noche a veces se despertaba, Lechuzo cantaba, susurraba cuentos, susurraba encantos, leyendas de cripta y Golondrina con terror se despertaba.
Un crepúsculo otoñal, que no era ni día ni noche, Colondrina se posó en la copa de un árbol vestido de amarillo, era extraño, el viento costero había cesado, aun así la brisa no los había abandonado. Colondrina miraba las hojas y escuchaba su último aliento, se puso a llorar, se imaginaba cayendo junto con ellas al suelo, muertas y listas para ser pisadas y chillar de dolor antes de morir completamente. Lechuzo tras ese llanto se despertó, y no entendía que pasaba. Don Boina de pipa y ñata justo caminaba cerca, y escuchó también el llanto. Lechuzo y Don Ñata de pipa y boina se miraron y vieron a Colondrina zanahondrina que lloraba desde arriba del árbol. ¿Qué pasa pajarita? - preguntó Lechuzo- ¿por qué lloras tan temprano si la luna ya está por salir?. No es la falta de luna la que me hace llorar- dijo Zanahondrina- son las hojas amarillas, mis plumas naranjas y cada vez más descoloridas las que me hacen lamentar. ¿Y por qué te lamentas por las hojas amarillas si tu eres una pajarilla, no una hoja?- preguntó Lechuzo- puedes volar, no vas a caer como ellas. A lo que Golondrina respondió: ¿Se caen, o se suicidan?, ¿tendrán mucha pena que abandonan su hogar junto a todas las demás?, ¿La pena las lleva a abandonar su vida?. Se suicidan, sí, se suicidan-dijo Lechuzo- porque estando allá arriba aun siguen con vida. ¿pero por qué?, volvió a preguntar Zanahondrina. Don Pipa de Boina y ñata que escuchaba toda esa conversación, se sorprendió por la pregunta que hizo la señora Golondrina y le respondió: "Porque se sienten amarillas".
Golondrina sorprendida por la respuesta que el caballero de la pipa le dio, se calló y miró atentamente las hojas, luego miró sus alas cada vez más descoloridas, y sintió miedo por lo que pensaba, entonces le preguntó: ¿Porqué se suicidan las hojas cuando se sienten amarillas?
El señor de la pipa miró a las aves envueltas por un manto amarillo que lentamente se deshojaba y enterneciéndose por la pregunta de la triste Golondrina le responde: Se suicidan al ver que existen hojas amarillas que pueden volar, hojas que fueron naranjas, hojas que tuvieron otro color. Intentan, creo yo, con su último suspiro, saber lo que es saltar de la copa y ser llevadas por el viento que tanto las sedujo en verano cuando estaban aferradas a su rama. Intentan ser Colondrinas, colondrinas en otoño.




-.-


Ajj ! no entiendo cómo no lo escribí antes, que las palabras nacen al instante y no se dicen cuando se deben decir/Pero en pocas palabras, antes de que se acaben: Extraño y desearía realmente que volvieran esos días en que eras quien no eras para que fueramos felices/Extraño los días falsos, donde lo único real era el tiempo que miraba decepcionado todas nuestras acciones, deseando tal vez, un futuro mejor/Pero la verdad es, y no se puede cambiar, y también es cierto que tal vez el mismo tiempo esperó algo mejor, esperó. Pero la realidad es otra siendo parte de la misma verdad./¿Por qué cresta nos engañamos tanto?/Deseo tanto volver a esos días, donde la mentira era lo más real, esa es la verdad. ¿Por qué cresta nos cuesta mirarnos a los ojos? los secretos no deberían existir, las cortinas y las puertas tampoco, las fronteras y los límites.
Esperamos tantas cosas sin hacer nada, y el que no espera luego cae por haber negado escalones que sutilmente se pisaron/Lo mejor de viajar es viajar/Mentira, palabra hermosa, estética hasta plástica/ Verdad, palabra suave, pero cruda/Estamos hechos de tierra, carne, sudor y sangre. Somos kamikazes de la vida y frente a eso no hay nada más que hacer/Pueden ser los días, puede ser la lluvia, pueden ser las hojas amarillas que se suicidan desde la copa de los árboles/¿es que a nadie le importa nada?/ no se trata de hacerme problema por ese tipo de cosas, la vida no es una pincelada nada más pero tampoco lloraré por cosas que tienen solución/ en otras manos dejamos los problemas propios/ responsabilidad... ¡qué mierda es eso?/más abajo mi sangre no se apresura y mi respiración es cada vez más pausada/ Pero siempre existen peros, sin explicaciones, sin ataduras, un escupito y listo/ Desearía poder hacer, pero a estas alturas es casi imposible/casi/ Casi no te veo, casi no te conozco, casi mi piel se descompone, casi el romanticismo deja de ser romanticismo, casi me muero.

Verborréa.

~Pintura: TransLucy, Jacqueline Gallagher~