Zorbas no llegó solo, llegó con dos gatos más (Dunia y Walin) donde él es el menor. Los tres llegaron en una caja de cartón una noche de verano, mi hermana en la vuelta de su viaje los encontró a un lado de la carretera.
Los tres hermanos son rayados, pero más que rayas tienen manchas aleopardadas. Los tres crecieron sanos, con distintas personalidades; Walin, el mayor, es el más regalón, siempre que se siente solo maúlla a todo pulmón, creció y tiene la boca grande, es un gran barítono, tiene una caja toraxica increíble que hace que pese demasiado. Dunia, la del medio, es la más ágil, aventurera, tanto o más que indiana Jones, es la más pequeña en tanto a tamaño, pero es delgada y corre muy rápido. Zorbas, es el último, era el más temeroso porque siempre le pasaban cosas, es muy torpe, le caían escobas, bolsas, libros encima, pero siempre fue el más gordo y dormilón.
Zorbas tiene una extraña obsesión por las cosas blancas. Las persigue, las caza, las muerde, las destruye, las busca y las vuelve a destruir. Es mañoso, y destaca ya que es el único diferente de los tres. Dunia y Walin son mellizos, y Zorbas es más oscuro y tiene patas y pecho blanco.
No acostumbra a cazar, pero si se trata de su sueño y hambre no lo piensa.
Los tres gatos crecieron rápido, por orden de nacimiento. Lo sabemos en la casa porque cuando llegaron, Walin era el más grande, Dunia la más despierta y Zorbas el más lento.
Walin creció primero, no se acostumbraba a su peso y su voz era más potente, a veces se asustaba de los ecos de sus maullidos.
Dunia creció después, se alargó, pero el cambio para ella fue fenomenal. Y Zorbas, Zorbas no se dio cuenta cuando creció, ni se si lo sabe, sólo se que lo recuerda cuando no cabe por la puerta.