martes, 19 de octubre de 2010

Escala

Comenzaré con mis pies:
pues, allí es donde terminan y comienzan mis caminos
caminos pisados por aquellos que, con el peso de mis historias van dejando huellas

Mis piernas delgadísimas y cortas
interrumpidas por una rodilla que poco disimula su existencia
se muestra huesuda y orgullosa
Más mi mente que lucha contra ella,
ordena a mis manos a esconderlas.

Entonces desemboco a la puerta que lleva a la primera cuna de mi hijo
que sostiene a mi pequeño vientre
vientre que crece, vientre que se esconde
vientre que sufre tanto como mi corazón y mi cabeza
sufre de risa, sufre de nervios, sufre los dolores del hambre.

Más arriba, los brotes de mi adolescencia
que muchas veces quiero ocultar,
y oculta bien escondido en mi caja toráxica la caja de mis latidos.

A los lados, colgados como dos hilachas, mis brazos
que sostienen dos manos huesudas,
nexo que une mi mente al lapiz mis pensamientos
como un vomito de letras.
Torpes y muchas veces hábilmente saben dar una caricia, una muestra de cariño

A todo esto, mi columna, mi espalda, mi respaldo
con algunas marcas hechas por los mismos nervios que hacen que mi vientre sufra,
como un mástil, no tan derecho a decir verdad
clavado a la pelvis, luciendo en su otro extremo mi cabeza.

¡Ah! mi cabeza, la caja fuerte de mis pensamientos
adornada con dos ojos grandes que ven y no ven
con una nariz poco sutil que huele lo bueno y lo malo
Mi boca, una rebelde incontrolable muchas veces, las otras sólo muda

Y mis cabellos, ¡cómo olvidarlos!
enredaderas iterminables
que sólo hace unos días decidí podar.

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